
Nuestro hijo nació en Septiembre de 2020, plena pandemia. Teníamos decidido nunca dejar de viajar por más que tuviéramos un niño pequeño, pero no contábamos con que esa época nos fuera a tocar. Por lo que preferimos ser cautelosos, y no salir del país si no hasta que las condiciones se acercaran a lo que se conocía como normalidad. Tampoco nos gustaba la idea de estar en lugares públicos cerrados, ya que un bebé no podía usar barbijo y entender lo que sucedía. Por lo que durante 2020 y 2021 sólo viajamos a Pinamar, donde allegados nuestros tienen casa y tenemos libre disponibilidad para usarla. Su primer viaje fue con 3 meses en Diciembre de 2020, y durante el 2021 en 4 oportunidades.
Viajar con un bebé, no es lo mismo que viajar con niño de 1 año, y tampoco de dos, de tres, etc. Por lo que aquí voy a contar lo que vino después de estos viajes a Pinamar. Los viajes a la costa siempre fueron en auto, que tardan entre 4 y 5 horas si no hay paradas. Cuanto más chico era nuestro hijo, más fácil era «enganchar» sus horarios de sueño, y tener un viaje dentro de todo cómodo. Pero a medida que crecía, los tramos de sueño a veces se achicaban, y el que iba atrás con él tenía la tarea de mantener la cordura de la familia.
Por eso es que en Febrero de 2022, aún con algunas restricciones en algunos países, y con todavía algunas olas de contagios, es que decidimos viajar por el país en auto. Diseñamos un itinerario en el que los tramos de manejo no superaran un equivalente a un viaje a Pinamar, es decir 4 horas aproximadamente.
El Itinerario

Siempre digo lo mismo: Cada niño es especial, y el nuestro con honores. Pero lo amamos como es ❤️. Pero es bastante hiperactivo… inquieto… intenso. Por lo que a su edad de año y medio, ya era difícil entretenerlo 4 horas en auto. Para ello habíamos pensado en tener algunas pequeñas sorpresas (pequeños juguetes nuevos), a los que recurrir en momentos difíciles. Tres de las cuatro cosas que tenía, se agotaron en el primer tramo.
Claro que por momentos dormía. Pero en otros, es ponía más complicado. Los dos manejamos (más ella que yo, por costumbre de su familia fierrera), y estaba pensado que alternáramos tramos, pero por demanda infantil… terminé manejando yo más de lo planeado.
La primer parada fue en Bell Ville, es un hotel muy lindo, bastante nuevo, construido sobre una antigua casa, a la que le conservaron la fachada. Se llama Los Inmigrantes, y cuenta con desayuno. El auto queda sobre la vereda, pero está de más aclarar que no había ningún riesgo. Recorrimos el centro para cenar algo. Resultó muy agradable, ambiente muy pueblerino, muy recomendable para una parada en el camino a Córdoba. A la mañana siguiente pasamos por el monumento a la Pelota de Fútbol, y continuamos viaje.
La segunda parada fue en Villa Giardino, una zona muy linda de las sierras cordobesas que recordábamos de un viaje anterior. Allí buscamos algún hotel con mucho espacio que jugar con nuestro hijo, y elegimos Casa Shanti. Su fuerte es justamente el gran parque que tienen y área de pileta.

En esa región es fácil moverse en vehículo, y buscar algunas opciones cercanas durante el día como La Cumbre, Los Cocos, o más cerca, el Camino de los Artesanos, o una cena viendo el atardecer en Viñedo Nébula, con espacio para los chicos se puedan esparcirse mientras se come algo y se degusta el vino.

Siguiente parada en el itinerario para El Chiflón, un paraje que sólo cuenta con un hotel, justo al lado del Parque Provincial El Chiflón, en La Rioja, que no tuvimos tiempo de visitar. El hotel se llama El Chiflón Posta Pueblo, que tiene pocos años de existencia, y hace poco me enteré que sólo admite adultos. Debe ser algo bastante nuevo, ya que en 2022 nos alojamos con nuestro hijo sin problemas. Es una lástima, para quienes quieran visitar Talampaya e Ischigualasto (Valle de la Luna…), ya que su ubicación es estratégica, no hay otro hotel más cercano.

Hicimos la visita al Parque Nacional Talampaya al día siguiente, con entrada comprada en forma anticipada en su sitio web. El parque está concesionado a Volterra. La web funciona muy bien, y la experiencia en general en el parque es muy buena. Seguramente habría muchas cosas más que se podrían agregar, para completar una óptima experiencia, pero quiero destacar el gran servicio que prestan. Igual tal vez me esté equivocando, porque con un niño pequeño no pudimos hacer todas las experiencias que ofrecían.
La distancia entre el Hotel y el inicio del parque es de 10 minutos, pero la entrada al área concesionada se encuentra más adelante, y en total son 45 minutos de viaje por la ruta 150 que luego se convierte en ruta 76. La excursión clásica visitando el Cañon de Talamaya dura aproximadamente 2:30 horas, y se hace a bordo de un colectivo (también hay unos camioncitos un poco más facheros), que hace 4 paradas: Petroglifos, Jardín Botánico, Catedral Gótica y El Monje. En épocas de mucho calor, considero recomendable sacar turno para las salidas más tempranas. Luego fuera del micro, no hay sombras…
En el inicio del parque hay un área para comer, comprar algunos alimentos para llevar, y zona de recuerdos.

Al día siguiente salimos para visitar el Valle de la Luna, pero con pocas expectativas, ya que había llovido a la mañana, y la visita sólo se hace sin lluvia y el camino con poca agua. Salimos de todas formas ya que no nos sabían confirmar si al mediodía se podría realizar (unos 25 minutos desde el hotel), y cuando llegamos empezó a llover de vuelta… Esperamos un poco más, y luego nos dijeron que en lo pronto no se habilitaría, por lo que nuestra visita fue fallida, aunque igual recorrimos el museo, la feria sin costo (hay juegos infantiles… pero estaban mojados), y almorzamos en el lugar.

Punto importante a considerar, la carga de combustible. En toda la zona descripta no hay estaciones de servicio. O se llena el tanque en Patquía antes de llegar al hotel, o como nosotros, aprovechamos la «no visita» a Ischigualasto para seguir hasta Villa San Agustín (San Juan) y cargar nafta.
Luego de este punto más lejano, emprendimos la segunda mitad del viaje, volviendo escalonadamente. Primera parada la hicimos, sólo como descanso en Chamical, que tiene un hotel bastante nuevo sobre la ruta. Se llama Portal del Noa, que no tiene sitio web, pero lo van a encontrar fácilmente en las plataformas de reservas. Tiene lugar para estacionar (público, pero sobre el frente del hotel), parque y pileta. Se recomienda ir a cenar al centro del pueblo, es muy económico.
El siguiente tramo fue en Los Reartes, muy cerca de Villa General Belgrano, Córdoba. En este caso elegimos un hotel que orfecía cabañas individuales, en un gran predio, cerrado por un portón, que además tenía otros alojamientos dentro. Se llama Orguth Casas de Montaña, y justamente se sitúa dentro de una zona de monte, con subidas y bajadas para llegar hasta la cabaña. No se necesita 4 x 4, pero casi. Muy buena la calidad de todo, incluso el desayuno en la cabaña, las cenas que también se reservaban, el área de pileta, aunque para ir con niños pequeños no se si es la mejor opción, ya que salir a jugar era algo peligroso ya que estaba lleno de pendientes, y hemos visto hasta una víbora.
Una de las mejores actividades en esta zona para la familia, claramente es buscar una zona para pasar tiempo junto al Río Los Reartes.
Ya de regreso, la última parada la hicimos en Leones, muy cerca de donde hicimos la primer parada (Bell Ville), pero en este lugar hicimos un hallazgo, el Hotel Posada Maestoso. Buen desarrollo hotelero en esta zona mayormente desconocida. Buenas prestaciones en general para un hotel independiente. El parque y piletas muy recomendables, y el restaurant también.
Fin de un viaje inolvidable, el primer gran viaje en familia. Y también fue el inicio de otra gran aventura, ya que en el medio de todo esto conseguí un turno para tramitar la visa estadounidense a nuestro hijo, en épocas donde los turnos eran muuy limitados, por lo que si no salía eso… el siguiente viaje habría sido otro.